EFE
En plena amazonía peruana yace la inmensa copa verde y las gigantescas raíces arrancadas de un shihuahuaco milenario, pero falta el tronco. La escena se repite con frecuencia en un país en el que la tala indiscriminada está provocando la desaparición de esta especie, mientras los expertos exigen el cierre del mercado internacional.
«El shihuahuaco es una especie muy demandada en el mercado internacional y por eso se está talando de manera indiscriminada, poniendo en riesgo toda su población y el ecosistema. Al talar uno de estos grandes árboles se abren claros gigantes, se crea muchísima destrucción en el bosque», explica la defensora ambiental Tatiana Espinosa.
Con los restos de un árbol milenario a sus espaldas, que apenas cuesta cortarlo una hora tras siglos de crecimiento, la también fundadora de la organización ambiental Arbio, relata cómo talar grandes árboles es el inicio de toda una cadena de destrucción y deforestación del bosque amazónico: «Esto no puede seguir sucediendo y ocurre de manera legal e ilegal».
La tasa de crecimiento del shihuahuaco es muy lenta, puesto que, para que un árbol llegue a un metro de diámetro, tienen que pasar 700 años. Se elevan hasta 60 metros en el horizonte amazónico y su madera tiene una densidad tan alta que no flota, por lo que, para transportarla, la industria abre carreteras en mitad del bosque, aumentando la destrucción.
Lo que ocurre con el shihuahuaco ha pasado antes con la caoba, cuya madera se puso de moda y que hoy cuesta encontrar en esta zona de la amazonía peruana.
«Insistimos en que ya está científicamente comprobado que no es sostenible talar estas especies, no solo el shihuahuaco también otras de madera dura que demoran mucho en crecer, porque se están cortando de bosques naturales. Necesitamos que el bosque conserve su estructura», denuncia Espinosa.
La defensora afirma que es urgente que los consumidores sepan de donde proviene la madera que compran, crear conciencia de que cortar árboles centenarios o milenarios no es sostenible y elaborar una especie de «etiqueta negra» para que este recurso tenga mala fama y se deje de consumir.
Visión comercial del bosque
«Perú no produce madera, eso de producción maderable está mal, la madera no proviene de plantaciones, no estamos produciendo. El 100 % de la madera de Perú es aprovechada, explotada de bosques naturales, no plantamos árboles, los estamos extrayendo», relata Espinosa.
El enfoque comercial en los bosques se siente incluso en la academia del país, donde escasea la investigación e información de especies de árboles que producen este recurso.
No se sabe apenas sobre el ciclo de la vida de estas especies, la cantidad exacta de variables que existen o qué animales necesitan en su hábitat, ya que todos los esfuerzos alrededor de estos ha ido tradicionalmente a las características, funciones y usos de su madera.
«En Perú, la finalidad casi exclusiva del manejo y la gestión de los bosques ha sido la producción de madera, ese es el gran problema. En la última ley forestal ya se habla de los servicios ecosistémicos pero nada se hace efectivo», sostiene Espinosa antes de añadir que, en la teoría, se dicen muchas cosas, pero que luego la mayor parte de intentos quedan en el papel.
El gerente global de sostenibilidad del Grupo AJE, Alberto Suárez, comenta a Efe que es fundamental que la empresa privada apoye a organizaciones como Arbio que defiendan las propiedades del bosque en pie por la urgente necesidad de proteger a especies como el árbol milenario del Amazonas.
«Hay que entender que el bosque tiene un valor ecosistémico vital», dijo Suárez, un valor que va mucho más allá de la madera que se puede obtener y que pasa por los servicios básicos para la supervivencia como el oxígeno o el agua.
Valorar y proteger estos árboles es, además, clave para frenar la deforestación, puesto que la tala da paso a monocultivos que empobrecen el suelo amazónico o actividades aún más negativas como la minería ilegal o cultivos para el narcotráfico.