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Carnavales en Pucallpa: pandillas gozan y danzan con la humisha

En el distrito de Manantay se sembraron 8 humishas y el juego con agua, pintura y talco atrapó a todos.

Por Julio Castillo Bellido, enviado especial

Y el carnaval se hizo humisha. La fiesta de los carnavales en la ciudad de Pucallpa, capital de la región Ucayali, continúa en los barrios con total intensidad donde el juego con agua, talco y barro son nuevamente los protagonistas hasta derribar la humisha al compás de las danzas y el ritmo del redoblante, el bombo y la flautas.

La humisha es un árbol que en ciertas festividades religiosas y en carnavales se planta y se adorna con monedas, botellas, panes y otros objetos para después ser derribado tras haber bailado a su alrededor.

Prácticamente no hay respiro en las celebraciones en la XXXIII Carnaval Ucayalino 2024, porque ahora son los barrios los que se organizan para celebrar otro de los importantes ritos en el último domingo del mes de febrero como es la yunza, cortamonte o humisha como se le conoce en Ucayali.

Desde muy temprano, los barrios previamente organizados plantan su humisha (palmeras altas y delgadas), cuyas hojas han sido trenzadas y adornadas con serpentinas, frutos regionales (pijuayos, zapotes, principalmente), rosquillas (bocadito regional) y diversos regalos, que luego serán disputados por los danzantes que pugnan por llevarse un presente.

En Pucallpa no hay viento, lluvia ni problema alguno que pueda impedir la fiesta de las humishas. Los pucallpinos son muy alegres y llevan adelante sus carnavales mucho entusiasmo y color.

Plantada la humisha se desata la pandillada. Al grito de “vamos a pandillar”, hombres y mujeres de toda edad salen a bailar al ritmo de danzas shipibas interpretadas por el conjunto que les marca el paso incesante con el bombo, la flauta y el redoblante.

Los bailes típicos de los carnavales son el Chimaychi, la pandilla, el Tanguiño, el Changanacuy y el Sitaracuy.

En el distrito de Manantay los barrios de diversas calles se unieron y plantaron 8 humishas. No había respiro para echarse agua, pintura y barro. Algunos eran sorprendidos y agarrados de “víctimas” y en medio de gritos y risas eran cargados y lanzados al barro.

No hay distingos de ningún tipo. Hombres y mujeres (la mayoría jóvenes), en algún momento llegaban al barro.
La San Juan (cerveza), corre de mano en mano entre los mayores y los niños que se organizan también en pandillas (divididos entre hombres y mujeres) para atrapar a sus “víctimas” y echarles pintura, agua y barro.

Luego del juego de la cerveza y el jala soga, empieza la danza en torno a la humisha. Hacha en mano, los danzantes van dando cortes hasta tumbarla. No llega a caer al suelo del todo y allí se lanzan todos en pugna por un regalo.

La alegría de obtener un regalo de la humisha es mostrada con orgullo ya sea niño, joven o adulto; la satisfacción ilumina sus rostros para luego volver a la danza y al juego con agua y pintura.

Y el que dio el corte final a la humisha, ya sabe que el próximo año “tendrá que devolverla” y plantar la suya. “Eso es de ley, aquí no hay papel firmado, es palabra, es tradición, comenta una señora que ya no participa en los carnavales por la edad, pero si goza como los demás danzan al ritmo de las danzas y alegrías amazónicas.

El próximo año será igual porque la tradición y la alegría volverán a mostrarse nuevamente para celebrar los carnavales, con su corso, sus humishas, sus concursos y sobre todo expresando esa alegría de vivir y conservar sus tradiciones.

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